Servicio hacia Dios y los Demás

Hemos estado explorando tres actitudes que San Ignacio de Loyola sugiere como formas de ingresar a la vida con un sentido de propósito y dirección. En la publicación anterior, hablamos sobre la actitud de Reverencia hacia Dios. Si esta publicación es útil, siéntete libre de retroceder algunas publicaciones. Ahora hablaremos sobre una actitud de servicio hacia Dios y los demás.


Vale la pena señalar que el servicio no es servidumbre ni reemplazo. El verdadero servicio hacia Dios debe incluir primero el reconocimiento de que no somos Dios y que el mundo no es nuestro para salvar. Eso sería reemplazar a Dios. En el otro extremo está la servidumbre, que se realiza sin libertad. El verdadero servicio incluye reconocer en qué somos mejores para ayudar. Incluye discernimiento.


Cuando servimos a los demás, no estamos llamados a reemplazarlos ni a sentirnos esclavizados. El verdadero servicio significa encontrar el punto óptimo en el que miramos más allá de nosotros mismos y extendemos una mano. Reemplazar a los demás implica hacer más por ellos de lo que hacen por sí mismos; esa es la receta para la dependencia tóxica. Sentirse atrapado no es la forma en que estamos llamados a ayudar, ya que solo llevará al resentimiento y a no reconocer nuestras propias necesidades. El verdadero servicio es la clave para un equilibrio feliz y satisfactorio en nuestras vidas.


Cuando servimos a los demás de la manera correcta, vivimos nuestra verdadera vocación. Recordamos que Jesús vino a servir, no a ser servido. Cuando servimos a los demás, respondemos a mucho de lo que Dios ha hecho por nosotros. Cuando servimos, usamos los dones de Dios para los demás, y no solo nos encontramos a nosotros mismos, sino que encontramos a Dios. Vale la pena cada esfuerzo para hacerlo bien.