Ir al cielo

La Pascua es un buen momento para preguntarnos qué sabemos sobre la vida eterna que Jesús nos ha prometido. Nótese primero que Él no estaba hablando de algún estado vago y mítico. Estaba hablando de la vida - de lo que experimentamos como bebés, niños, adultos y ancianos.

Eso significa, además, que nos encontraremos rodeados de gente. No extraños: nuestra madre y nuestro padre, nuestros hermanos, nuestros cónyuges, hijos, nietos, nuestros amigos.

Y dado que Él mismo era el camino, la verdad y la vida, en última instancia se refería a Su vida humana: Aquel que vivía rodeado de familia, gente del pueblo y multitudes. Siempre amó, nunca odió, nunca se sintió vengativo. Al contrario, siempre estaba haciendo la siguiente cosa buena, lo que debía hacer, y estaba consciente de agradar a su Padre todopoderoso. Así será para nosotros.

Y luego, está esta bomba: no nos vamos a otro lado. Jesús lo dejó muy claro: Él regresará a esta tierra, con ángeles y santos. Cuando Él venga, como Dios se lo había revelado a su apóstol Pablo, todo será hecho nuevo. Todo el esplendor de esta tierra: la aurora boreal, los elegantes jardines y los campos llenos de grano, las magníficas montañas y los estruendosos mares, todos ellos aparecerán en su gloriosa magnificencia, y sin huracanes, sin tornados (¿sin mosquitos?) —sólo paz y abundancia.

No sabemos todo acerca de ir al cielo, pero sabemos todo esto. Sin duda, algo que esperar.

Padre Joe Tetlow, SJ